Laureano Oubiña (Cambados, 1946) lleva en la cárcel 10 años por tres delitos de tráfico de hachís. Pero todo comenzó oficialmente una década antes, en 1990, cuando el 12 de junio el juez Baltasar Garzón ordenó la famosa operación NécoraSito Miñanco y Manuel Charlín. Los capos de un negocio que movía más de 2.000 millones de euros al año a finales de los ochenta y que dejó en Galicia una legión de toxicómanos que hoy se conoce como “la generación perdida”.
Fruto de aquella operación Oubiña sólo resultó culpable de un delito fiscal —de hecho hasta 1999 no fue condenado por contrabando de hachís por primera vez—. Pero desde entonces tanto su figura contundente y su frondosa barba, como su Pazo de Bayón, en Vilanova de Arousa, Pontevedra, ante el que se manifestaban las agrupaciones de madres contra la droga, son la imagen del enemigo público número uno en la lucha contra el narcotráfico.
De aquel pazo —decomisado por el Estado y vendido en 2008 a las bodegas Conde de Albarei— salió el pasado 6 de noviembre el vino Albariño con el que los príncipes de Asturias brindaron en Santiago de Compostela por la visita del Papa. Al mismo tiempo que su antiguo dueño almorzaba en el comedor de la prisión salmantina de Topas y sólo un par de días después de que contactase con Vanity Fair, contestando así a nuestra solicitud de entrevista.
Oubiña acepta responder por escrito un amplio cuestionario con la condición de que se incluyan preguntas sobre su situación penitenciaria actual, que, según denuncia, es injusta.
Su caso continúa abierto, y pocos días antes de cerrarse el reportaje, lo trasladan (ha pasado ya por una decena de centros) a la prisión de Villabona, en Asturias. Un cambio que, según explica a través de su hija Esther —que ejerce de portavoz y lo ha convertido en el único preso con un sitio web (laureanooubiña.es) y una página de Facebook donde cuenta con 63 amigos que se interesan por su actualidad— "el médico de la cárcel desaconsejaba porque sufre dos hernias discales y tenía pendiente una revisión en el hospital desde hace cinco años".
— Ha sido condenado por traficar con hachís. ¿Nunca pensó en hacerlo con otras sustancias? ¿Qué diferencia había?
— Jamás. Si he traficado en alguna ocasión con hachís es porque nunca se me pasó por la cabeza que llegásemos a estas fechas sin que estuviese legalizado, tanto en España como en el resto del mundo. La diferencia entre el hachís y otras sustancias es que es una droga blanda, y que yo sepa nadie se ha muerto por consumirlo. Esto que digo lo reconoció el Tribunal Supremo en diversos dictámenes y sentencias. Pero he de dejar constancia de que no me han dejado los tribunales rebatir las pruebas utilizadas contra mí por la acusación y los resultados de las mismas obtenidos con violación de mis derechos fundamentales.
— ¿Tuvo algún tipo de límite ético o barrera moral?
— Por supuesto que sí.
— ¿Hubo algo que sabía que nunca llegaría a hacer?
— Por supuesto que sí: no robar, no violar, no matar, no mentir, no engañar a nadie, ni traficar con drogas que realmente puedan causar daños irreparables en la salud.
— ¿En algún momento pensó en dejar el contrabando?
— Muchas veces, cuando contrabandeaba con tabaco y con café. Pero no lo dejé, en algunas ocasiones por necesidad y en otras por estar enganchado. Espero que el Estado me rehabilite como lo hace con los drogadictos, porque esto de ser contrabandista no deja de ser una droga como otra cualquiera.
— Si volviera atrás, ¿se dedicaría a lo mismo?
— Si volviese atrás, no tuviese necesidad y pudiese llevar una vida normal trabajando honradamente para vivir y mantener a mi familia, claro que no lo haría.
— Se siente rehabilitado?
— No existe la rehabilitación en las cárceles. Eso es una tomadura de pelo. Y quien diga que está rehabilitado miente como un bellaco. Con esas mentiras de que existe la rehabilitación las autoridades penitenciarias justifican los 90.000 euros por preso al año que se meten en el bolsillo. A los políticos de turno, sean del signo que sean, lo que les interesa cuando están gobernando es que haya cada vez más presos, para hacer contratos de cárceles nuevas y que caigan muchos 90.000 euros por preso. Como me decía siempre mi abuela: “¡Ay fillo meu, ti maneja diñeiro sea teu o sea ajeno, que ao manejar o diñeiro aljo entre as unllas sempre che ha de quedar!”.
— ¿Nadie en su familia o amigos intentó frenarlo entonces?
— Por supuesto que sí. Al principio quiso hacerlo mi difunta mujer, Esther. Tuvimos nuestros más y nuestros menos por dedicarme al tráfico de hachís, hasta que conseguí convencerla de que no era una droga que causara un grave daño a la salud.
— ¿Quién se beneficia del narcotráfico, aparte de las mafias que lo controlan?
— Hablar de mafias aquí es decir tonterías. Aquí no existen. Son organizaciones que se dedican al narcotráfico. Mafias existen en otros países, como México o Italia. En cierta medida se benefician los políticos que manejan a las fuerzas represoras. En los años 1985 y 1986 cierto astillero de Vigo construyó una partida de lanchas para la Guardia Civil y Aduanas, donde a mí me habían hecho una embarcación anteriormente. Resulta que la mía había costado 70 millones de pesetas, siendo más potente, y las suyas 315 millones, cuando no llegaban a valer realmente ni 65. Esto lo conté en el juicio de la operación Nécora, se llevó al Parlamento y se debatió. Pero esa diferencia de dinero se esfumó. Habrá que preguntarle al señor Roldán [ex director de la Guardia Civil], y posiblemente al entonces coronel Ayuso [ex jefe del Servicio Fiscal de la Guardia Civil]. Ellos son los que se beneficiaban de la compra de armamento, embarcaciones y todos los equipos para la represión del narcotráfico. E igualmente los políticos de turno.
— ¿Cómo afrontaron las autoridades el problema de las drogas durante los años ochenta?
— Totalmente al contrario de como deberían haberlo hecho: con premeditación, alevosía y posible nocturnidad. Los políticos de turno lo llevaron todo a su interés personal. Cuando vivimos la transición de la dictadura a la democracia, sabían lo que se nos venía encima con el tema de las drogas, y no dieron ningún tipo de enseñanza sobre su consumo. Por eso murió tanta juventud. Esos muertos habría que cargárselos a los mismos del GAL, que no movieron ni un dedo ni educaron. Para cubrir su incompetencia se dedicaron a manejar y teledirigir a las madres contra la droga. Las dirigían contra el narcotráfico para cubrirse ellos por lo que no habían hecho antes. Les pagaban autobuses, hostales y comidas para desplazarlas a las manifestaciones, porque era políticamente correcto y daba votos.
— Fue usted uno de los capos de la droga en España?
— Los tres viajes que se me imputan y por los que me condenaron fueron abortados por la policía, y si no lo hubieran sido yo habría cobrado sólo por el transporte, no por vender ni un solo gramo de hachís. Yo no soy capo de nada.
— ¿Sobornó usted a políticos o miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado?
— Jamás he sobornado ni a unos ni a otros. Pero a finales de los años setenta, cuando pasamos a la democracia que dicen que vivimos, ayudé a financiar a Alianza Popular, del señor Fraga, y a UCD, del señor Suárez. E igual que yo lo hicieron muchos empresarios más que estábamos metidos en el contrabando de tabaco. Por cierto, desde aquí les recuerdo a esos políticos que yo sigo siendo la misma persona que era entonces.
— Cuando acudió al entierro de su esposa [Esther Lago, fallecida en un accidente de tráfico en 2001] los vecinos de Vilagarcía le llamaban “asesino”. ¿Qué sintió en aquel momento?
— Sentí mucha impotencia y mucha rabia por ciertos vecinos, que no fueron todos, que me tildaron de asesino. Eran madres contra la droga. Yo nunca he sido un asesino ni jamás lo seré, porque nunca se me pasó por la cabeza matar a nadie. Me han cogido como cabeza de turco simplemente por ser gerente de las Bodegas del Pazo de Bayón. Y me gustaría añadir que en caso de que yo fuese narcotraficante de otras sustancias nadie obliga a nadie a que consuma drogas. Y creo que nadie merece que el día del entierro de un ser querido hagan lo que hicieron esas madres.
"Espero que el Estado me rehabilite como se rehabilita a los drogadictos porque ser contrabandista no deja de ser una droga como otra cualquiera"— ¿Cómo ha sido su vida en prisión?
— Me han tratado y lo siguen haciendo peor que a ningún terrorista del mundo entero, como al peor asesino y violador. Algún terrorista me ha llegado a decir que a mí me han tratado peor que a los miembros de ETA. Donde peor lo hicieron fue en el centro de Zuera (Zaragoza), porque me pegaron. Llevé a juicio a los jefes de servicio y archivaron la denuncia.
—Durante el tiempo que ha estado en prisión, ¿ha dirigido en algún momento su antiguo negocio? ¿Ha podido hacerlo?
— Ni he querido, ni he podido hacerlo, ni se me pasó por la cabeza. Ni negocio ilegal ni legal. Estos años de prisión me he dedicado a defenderme de todas las tropelías judiciales cometidas por la Audiencia Nacional contra mi persona y el resto de mi familia, y seguiré haciéndolo mientras Dios me dé fuerza y salud.
— No le gusta que le llamen narcotraficante. ¿Cómo deberían llamarle?
— Lo que no me gusta es que me relacionen con otro tipo de drogas, o que los medios de comunicación jueguen en su noticias con ambigüedades, no detallando qué tipo de narcotraficante soy, para confundir a la sociedad y manipular la información. Yo soy narcotraficante o transportista de hachís, y puede llamarme así quien quiera.
—¿Qué medidas tiene previsto tomar cuando salga?
— Siempre que haya motivo, seguiré querellándome contra los jueces que lo merezcan, aunque sigan archivando las denuncias, ya que hacen corporativismo y se tapan unos a otros. Tengo previsto presentar, por lo menos, cuatro querellas.
— ¿Sigue entre sus planes demandar al Estado por delito contra la salud pública?
— Por supuesto que sí. El Estado está cobrando unos impuestos del tabaco y del alcohol, y ambas cosas no dejan de ser una droga. Incluso lo denunciaré por cobrar impuestos por la venta de vehículos cada día más potentes, con los que se puede conducir a más velocidad de la que está permitido por ley. Coches en los que mueren, por desgracia, muchísimas personas al año. Y, sin embargo, el Estado se aprovecha de los beneficios de la venta de esos coches. Para mí el narcotraficante más grande es el propio Estado, porque sí puede beneficiarse de los bienes que incauta a los narcotraficantes, pero los narcotraficantes no. Explíquenmelo...
— ¿De qué se arrepiente?
— De haber invertido en España el dinero que gané por el mundo con el contrabando de tabaco, café y gasoil, y el de la venta de mi negocio de transportes de camiones en el año 1983. Parte de ese dinero fue para la compra del pazo, y a pesar de haberlo invertido ahí y quedarme sin él se me metió en la cárcel y se les quitó a mis hijas la herencia de su madre.
— Si retrocediera, ¿qué cambiaría?
— Cambiaría de nacionalidad. No viviría aquí en España. Tajantemente. Tal y como suena.
— Sí: tabaco, alcohol y café. El tabaco lo dejé. El alcohol también, porque aquí en prisión está prohibido. Y café me tomo alguno de vez en cuando.
— ¿Por qué los abogados no denuncian las irregularidades que dice que se producen en la Audiencia?
— Si los abogados que trabajan allí hicieran públicas todas las tropelías que suceden, todas esas injusticias no existirían. Lo que pasa es que la gran mayoría no denuncia porque no le interesa. Cuantas más tropelías cometa, más recursos tiene que hacer y más minutas cobra.
— ¿A qué atribuye que la Audiencia Nacional haya rechazado la sentencia a su favor del Supremo?
— A que en esa Audiencia para mí no se imparte justicia, sino odio, rencor y venganza. Y eso viene por intentar defenderme en los juicios y haberme querellado contra los jueces. Verme muerto sería la alegría más grande que se llevarían los componentes de la Audiencia Nacional, ya que son unos terroristas judiciales. Si tenía alguna duda respecto a la sentencia del Supremo, debía haber pedido una aclaración a este tribunal, y no lo ha hecho para no aplicarme todo el tiempo que me correspondía, para entorpecer y retrasar mi salida de prisión. Es inaudito y aberrante. El señor Javier Gómez Bermúdez, desde el juicio del 11-M, se cree una estrella y el ombligo del mundo. Y estrellas en la Audiencia Nacional ya ha habido alguna que se ha estrellado y apagado... A su lado Garzón era un santo. Y lo digo con todo el conocimiento de causa.
Fuente: revistavanityfair.es
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